lunes, 6 de enero de 2014

Odiaba las flores blancas

Odiaba la flores blancas. Y quiso el destino que el rosal del jardín mostrara su primera flor... y blanca. Por eso contrató un jardinero, de esos que vienen con una tijera de podar muy grande, que al entrar en la casa parecen asesinos de plantas antes que embellecedores del lugar. 


Le ordenó podar el rosal y, sobre todo, la única rosa blanca que se erguía en el centro. La cortó de un solo golpe, y en el acto salieron dos rosas blancas. Las cortó y salieron cuatro, las cortó y salieron ocho, las cortó y perdió la cuenta de cuantas veces cortaba y volvían a salir. 

Entonces, se prendió con sus manos en el tallo para aprisionar el rosal como un verdadero asesino y las espinas lo hicieron sangrar. En ese momento, las flores, alimentadas de sangre, cambiaron de color, algunas rojas, otras rosadas, pero nunca blancas.


Publicado originalmente en Ciudad del Buque:
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