domingo, 20 de septiembre de 2009

GENEROS y RECURSOS


Dos películas argentinas ocupaban, estas dos últimas semanas, los primeros puestos en la taquilla nacional: Papá por un día de Raúl Rodríguez Peilá y El secreto de sus ojos de Juan José Campanella. La primera es una producción que une el esfuerzo de Mentasti y Bossi, nombres ligados al cine comercial, con un director con su tercera incursión en películas pensadas para el mercado, sobre todo si se le suman actores televisivos como Nicolás Cabré y Luisana Lopilato y a quienes los jóvenes eligen para ver en sus salidas con amigos. La segunda, El secreto de sus ojos, no tiene ese tipo de estrategia, se asienta
en una sólida construcción narrativa y ocupa el podio con 240 mil espectadores en tan solo 4 días (estreno simultáneo en 66 salas del país). Atrás han quedado las millonarias películas hollywoodenses como Hannah Montana, la película, Fuerza G, La era del hielo 3 y Harry Potter y el misterio del príncipe.



Ya hemos observado que Papá por un día debe su segundo lugar a una estrategia de mercado, combinando los ingredientes necesarios para un producto de consumo fácil y un público destinatario muy concreto. Pero la sorpresa de El secreto de sus ojos, es que con mayores riegos cosecha el primer lugar, lejos del segundo y augurando unos números finales muy auspiciosos para el cine argentino en tiempo de crisis.

El secreto de “El secreto…” es simple: muy buena factura técnica y actoral con un guión muy cuidado. Entiéndase una excelente mezcla de los elementos necesarios para que el espectador se vuelque —sorprendentemente— a las salas de cine sin esperar su versión en DVD ni su paso por televisión. Un desafío para la comercialización pirata y otras formas informales tan vigentes. Como solía decir un obsesionado director de fotografía con la calidad de las películas: aunque tenga múltiples formas de cocinar en su casa, todos seguimos concurriendo a un restaurante si la comida es buena y se le da importancia a la salida. Campanella, como tantos otros, sabe preparar excelentes platos, sazonados con delicadeza, en vajilla de diseño y buena iluminación entre las mesas.

Dos elementos conjugados en esta ocasión: el género (los géneros) y los recursos narrativos. El propio director reconoce su temor en la mezcla de géneros, y esperó con miedo la primera función para asegurarse de que los espectadores disfrutaran del plato bien servido. En el estreno estaba Campanella y este cronista (1), y el restaurante lleno. Con los primeros bocados se iluminó la sonrisa del cocinero, buen sabor y una sonrisa de satisfacción.

Si hablamos de géneros estamos hablando de público destinatario y viceversa. Los espectadores esperan una película con pautas de género, si esta particularidad está clara descansa su atención —y mejor si es desde el comienzo—y puede concentrarse en el argumento. El secreto de sus ojos es un policial (¿lo es?) porque su estructura está construida sobre la búsqueda de la verdad por parte de la justicia, la legalidad desea conseguir esa verdad y por consecuencia atrapar al culpable (al asesino salvo que la historia reserve otro secreto). Además, lo dice la publicidad y los responsables de la realización. Curiosamente, el director y los actores, en cada entrevista, agregan que “en el fondo es una historia de amor”. Claro, es así, pero es una película que ha combinado el argumento policial con el argumento romántico. Como las películas más taquilleras. Haciendo gala de aquella efectiva tensión sexual no resuelta que el espectador reconoce de inmediato y agradece su existencia en la historia. Campanella sabe de la mezcla de géneros, se recuerda inmediatamente en sus películas anteriores, y sobre todo drama y comedia articulados en El hijo de la novia (sin perder la historia de amor).

Y los recursos. Tanto aquellos tan simples (la elección del plano concreto para el diálogo o para la contextualización) y la complejidad de demostraciones de tecnicismos y tecnología en amplios y extensos movimientos de cámara. Una visible construcción en base a tiempos perfectamente articulados, lo que permite la atención constante y la tensión dramática conducida con cada palabra y cada acción. No es un simple guión, hay un más allá del propio argumento, hay una medición y prolijidad en el montaje que asegura todos los gustos narrativos. Y el más destacado: el gag humorístico. Toda la película está sembrada de chistes, diálogos ingeniosos, planos chaplinescos y todo un entramado de comedia que no se espera pero se disfruta. En todo caso, el gran riesgo de Campanella ha sido incluir el recurso del humor en un policial con drama romántico. Pero claro, quien se ríe es el espectador, sin que los personajes hayan hecho nada para que ello ocurra, lo hizo la narración y los diálogos. Que sabor de pecado con que se sale del cine, haberse reído del drama y la desgracia ajena. Se devuelve al espectador a la condición de simpatía y no de empatía.

Juan José Campanella ha revelado un secreto —valiéndose de su cara poco conocida—, concurre a las salas de cine para ver y escuchar si los espectadores responden a las pistas narrativas, a los recursos cómicos y a las pautas argumentales. Sentado entre las filas de asistentes se sumerge en su propio uso de los recursos.

Es una película típica del entretenimiento. No busquemos en ella declaraciones rimbombantes de complejas temáticas y discursos filosóficos, es sólo una película de género y buenos recursos, mezclados con riesgos y maestría. Campanella ha dirigido mucha televisión en USA, capítulos destacados de Dr. House y algunas sitcoms, sorprendió con El hijo de la novia e hizo volver a las carteleras a El mismo amor, la misma lluvia. Luna de Avellaneda ya no tuvo el mismo éxito. Y ha sido parcial el éxito de la ampulosa serie televisiva Vientos de agua. En todo caso está última sirvió para que Gerardo Herrero se comprometiera en conseguir todos los euros españoles necesarios para hacer El secreto de sus ojos.

A pesar de todo, la película es profundamente argentina, por las locaciones, por los diálogos, por los personajes, por la temática. Hace algunos días, una cronista radial recomendaba a los hinchas del club de fútbol Huracán concurrir a ver la película para apreciar el estadio desde arriba en un complejo plano general ¿Puede alguien imaginar a los fanáticos de un club futbolístico concurriendo a las salas de cine para ver su estadio? Así funciona el boca a boca en la recomendación de los filmes, de la manera más insólita.

Una película que es entretenimiento y es calidad, sin perder la identidad y arriesgada. Pero no es sólo un buen guión, hay ese algo más que esta vez es demasiado evidente: está planeada como estrategia para el espectador. Y el espectador, sin saberlo, sólo sabe —valga la redundancia— de géneros audiovisuales y recursos narrativos. De eso se trata hacer cine y escribir buenos guiones: darle al espectador lo que espera (un género claro y un argumento comprensible) y lo que desea (disfrutar cada recurso narrativo). Sentado en la oscuridad de la sala, aún sin saber de teoría, conoce a la perfección la obra terminada.


(1) Debemos destacar, porque el propio director lo está comentando en algunas entrevistas, que el estreno mundial ha sido en la ciudad de Córdoba, Argentina, en una función especial que organizó la Dirección de Cine del gobierno provincial; y en esa función Campanella avisó que la película no era para niños, ya que había observado la presencia de muchos infantes y familias. Porque los espectadores conocen los recursos de los comediantes Ricardo Darín y Guillermo Francella, y la astuta comicidad del director, se quedaron dispuestos a consumir la obra. Comienza la película con una violación seguida de muerte. Suficiente para que los padres retiraran los niños desnudando una pésima organización. Con sólo ver el trailler en Internet hubiese sido suficiente para que las autoridades se dieran cuenta de que El secreto de sus ojos no era para niños.

Sitio de la película: http://www.elsecretodesusojos.com/

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