domingo, 31 de marzo de 2013

Espera, desnuda y con tatuaje


Decidió esperarme desnuda. Habíamos quedado en encontrarnos en la montaña, en la parte más alta, para tener al cielo por testigo de nuestra desnudez. Hacíamos el amor con frecuencia, entre sábanas o sin ellas, en una mesa de cocina o en el asiento del coche. Pero nunca la habíamos hecho bajo el cielo. 

Ella se adelantó y llegó primera. Se desvistió, dobló cuidadosamente las prendas y las puso en la piedra del costado. Hasta el calzado se sacó. Miró que la piedra elegida estuviese limpia y se sentó mirando hacia el grupo de casas y el camino.


Disfrutó de la brisa, de ocasionales ráfagas frescas. El aire de primavera era agradable aún en la montaña y por primera vez sentía la piel estremecida de picardía. Su cuerpo, bello, sensual y joven, daba luz de caramelo al lugar. Bajo la espalda, el tatuaje que solamente yo conocía. Solía esconderlo bajo la ropa pero en las noches de amor yo lo descubría para placer de mis ojos.


Desde allí miraba las casas y el camino. Esperaba. Ansiosa. Calculando a cada instante que se había apresurado en desvestirse, que apenas se acercara el automóvil tendría tiempo de quitarse todo. Pero ya estaba desnuda, mejor seguir así.

Lo que no tuvo en cuenta fue que esa tarde yo vendría por el otro camino, el del alto. Dejé el coche estacionado en un recodo y caminé con sigilo intentando sorprenderla. Me acerqué, casi hasta su lado, y di un grito. Saltó asustada, perdió el equilibrio y cayó rodando entre las piedras sin que me diera tiempo a sostenerla.

Ahora, en la cama del hospital, los moretones negros y azules tapan el tatuaje.











N. de R.: Desconozco el autor de la fotografía, parece que fue denunciada en Facebook.

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