
Bardem es un artista de la actuación y las luces de la industria audiovisual de Norteamérica no le han hecho perder el norte de sus pensamientos. Por ello alguien se ha puesto nervioso en el Reino y no por el personaje sino por el Bardem real.
España
le debe mucho a los artistas y más aún a los directores, directoras
y actores y actrices del cine. La Península Ibérica se ha
glorificado culturalmente con nombres como Buñuel, Saura, Almodóvar,
Banderas y Bardem, sólo por citar cinco apellidos porque la lista
sería muy larga y no es mi intensión atosigar al lector.

Volvemos
a la calle. En la portada del diario hay un montaje de tres
fotografías de las manifestaciones y en ellas se ha seleccionado a
Tomás Gómez (Partido Sspcialista de Madrid), a los respresentantes
sindicales Toxo y Méndez (UGT y CCOO) y a Javier Bardem y su hermano
en el centro. Las imágenes están cruzadas por una gruesa línea
roja ascendente con los valores de la prima de riesgo durante los
días de julio. La aclaración de la inclusión de Bardem es porque
su caché en las películas es de 10 millones de euros ¿Y cuál es
el problema?
España
debería estar orgulloso de que uno de sus ciudadanos cotice entre
artistas renombrados y con esos valores; por otra parte, vive en
Madrid, gastando en la ciudad el dinero que gana en el exterior.
Además, ¿no puede manifestarse ni apoyar a los ciudadanos si gana
mucho? Si algo hay que agradecerle a Bardem es una coherencia, la
dignidad, el pensamiento puesto en los necesitados, el sentimiento
hacia los que no tienen. No le han pagado por ir a la manifestación,
está allí porque quiere. Lo mismo que su hermano y su madre, como
ya lo hicieron en apoyo de los mineros.

Para
el diario La Razón, estos son los responsables a quienes hay que
atacar. Y lo hace. Culpando de un desprestigio de la marca España a
quienes el periódico entiende como enemigos y negando a Bardem la
posibilidad de compartir el destino de la España que reclama, como
alguna vez lo hizo Almodovar en el 15M. Simplemente porque tiene
éxito y le pagan por ello. La acusación insólita y absurda nos
revela la personalidad perversa del director de La Razón pero esa es
otra historia.
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