El
siglo XXI es muy diferente al anterior y parte de ese cambio proviene
del uso de internet, no porque sea una democratización de la
información, como algunos lo piensan y se reitera a menudo, sino
porque han cambiado los hábitos de búsqueda de datos y la
circulación se ha acelerado. Por la red se multiplican las mentiras
y también la verdad. Si antes los que acostumbraban a mentir eran
los medios gráficos y luego la televisión, ahora la realidad se ha
apropiado de una forma de transferir la verdad y la mentira. Cada día
hay más dudas que certezas. Aún así, parte de la información se
puede confirmar y allí aparece un criterio más próximo a la
realidad.
Y
con esa nueva forma de circulación aparecen los paladines. Seres
anónimos y no tanto, medíaticos o silenciosos, con saberes o
incultos, pero todos con el objetivo de enfrentarse a los viejos y
arcaicos sistemas de control, de mentiras y de diseñar un mundo a la
manera de los grandes capitales. Los “dueños” del mundo quieren
seguir trasladando los beneficios de la producción capitalista que
reciben las clases trabajadores a los grandes propietarios del
planeta. A no engañarse, el salario que cree recibir un trabajador
volverá a manos del capital cada vez que cree ejercer un acto libre
de compra. Y para acentuar ese sistema están los gobiernos y las
guerras, y que poseen, también, los medios de comunicación para
contar cómo debe ser el universo. Todo en pos de una libertad de
comprar.
Salvo
que algunos paladines se pongan una capa de jueces, otra de
gobernantes y una bufanda de libertarios de la información. Y el
sistema tiembla. Hasta que encuentren una manera de acusarlos dentro
del esquema del siglo pasado, con las viejas artimañas de culpables
de sexo, de usar los medios para beneficio personal o de pertencer a
un país insignificante en lo político. Lo cierto es que en estos
momentos el mundo “serio” (de antiguas prácticas) se encuentra
mirando las pantallas de televisión intentando comprender cómo fue
que se les escapó el control de un experto en filtrar información,
acompañado de un juez mediático y amante de causas aparentemente
perdidas, y el presidente de Ecuador.
Julian
Assange, a través de Wikileaks, difundió la información secreta de
todos los gobiernos, y más allá del contenido les preocupa,
especialmente a USA, que esa acción se multiplique y por ello
deseean calificarlo de terrorista. Baltasar Garzón, juez español de
larga trayectoria, fue destituido de su función para evitar que
juzgue a los franquistas por sus crímenes. Y Rafael Correa,
presidente de Ecuador, sobreviviente a un intento de golpe, doctor en
Economía que estudió en Estados Unidos, que critica al poder, a los
medios y a la economía que no está al servicio de la población.
Evidentemente tres miembros del planeta que, con las propias leyes de
los que deben mandar en el mundo, han puesto en jaque los valores que
mantenía el Siglo XX.
USA
silva hacia otro lado, como es habitual, esperando su oportunidad;
Suecia se siente ofendido porque se atreven a cuestionar su validez
jurídica; y Gran Bretaña respondió como si aún estuviese en el
Siglo XIX, prometiendo asaltar la embajada de Ecuador en Londres.
Tres paladines mosqueteros contra un imperio demasiado grande.
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