domingo, 29 de abril de 2012

Sensaciones en los Refugios de Almería


Una calle muy concurrida y centro principal de las actividades: el Paseo de Almería. Tapas y cañas o chocolate con churros. Escaparates relucientes y caminatas bajo árboles muy cuidados. Pero 12 metros bajo tierra hay otra realidad, se vive el pasado.

El Paseo une el puerto con Puerta de Purchena en una distancia de 900 metros. Purchena es lugar de referencia del centro de la ciudad. Allí, a la izquierda si dejamos el Mar Mediterráneo a la espalda, hay mesas de bares, algunos comercios y un extraño cubículo de cristal pintado con pequeñas líneas y puntos. Muy cerca del suelo, como invitando a entrar, no muy llamativo, un cartel reza “Refugios”.


Hay mucha gente interesada en visitar el lugar, por ello hay que reservar y, a veces, con varios días de anticipación. Apenas se ingresa se recibe al conjunto de visitantes con la invitación a ver un video de ambientación. Son testimonios de aquellas personas que estaban en la ciudad entre 1936 y 1939 y que participaron de la construcción de los refugios o sufrieron los bombardeos de los franquistas.


De pronto, una sirena anuncia la llegada de los aviones con sus cargas explosivas. Una sirena que tantas veces oímos en las películas de guerra, con la diferencia que ya no es el video, es el pasado que llama y grita. Todos los visitantes bajamos presurosos por una escalera estrecha, la sirena sigue sonando mientras aceleramos el paso. En cualquier momento se escucharán caer las bombas de algunos de los 70 ataques aéreos que sufrió Almería.

Avanzamos por corredores estrechos, perfectamente conservados, con poca iluminación. La guía nos invita a sentarnos en unos convenientes espacios laterales que son parte de los túneles. Al menos de éste que corre a lo largo del Paseo de la República. Es que cuando caían las bombas el actual Paseo de Almería se llamaba así, de la República. Y ahora, bajo tierra, estábamos en el pasado.

Suena un estruendo, algo ha caído muy cerca de donde estamos. Caras de sorpresas. El pasado es hoy. Y llega la aclaración: algunas antiguas salidas de los túneles están cerradas (como salidas de emergencia) con simples puertas metálicas que algún transeúnte pisa hoy en el Paseo generando ese ruido inesperado a los que estamos en el pasado bajo el paseo republicano.


Allí reaparecen las huellas de la historia. Dibujos de niños en la pared ilustran las vivencias de esas épocas, dibujos de aviones o barcos con bombas. Poco a poco se avanza, varias salidas del refugio y una despensa para casos de largas estancias bajo tierra. Sala de juegos de niños que no sabían porqué caían bombas. Humedad del mar en las paredes y en el suelo cuando se está más cerca del final del túnel más largo de Almería de los años 30. En total podían ingresar 40.000 personas entre el túnel principal y una multiplicidad de túneles que había en muchos sectores de la ciudad.


Hasta que se llega al quirófano, un lugar igual de pequeño pero suficiente para tener sala de espera, sala de operaciones y otros cuidados a los heridos del hospital próximo y muchos que llegaban y no podía esperar para su atención. El quirófano es otra estancia viva, está como si hubiesen sacado hace unos minutos un herido y a punto de ingresar otro más. Hacemos lugar para que pasen los enfermeros y los médicos. Ya no hay presente.
Una escalera muy angosta lleva de nuevo a la superficie. Arriba el sol de Almería y mucha gente con cañas y tapas, ajenos a todos los visitantes refugiados que salen de las entrañas con una vida muy diferente, mezcla de terror por las bombas imaginarias de hoy pero reales en el pasado.

En Almería, España, en el presente, hay huellas significativas de la Guerra Civil española. Se pueden vivir.

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