miércoles, 11 de marzo de 2015

Las mil muertes del fiscal (1)

Puzzle narrativo: Se puede leer en cualquier orden.

Capítulo 1: La última visita



 El fiscal se cansó de mirar los mismos papeles sin encontrar una salida. Buscó el espejo de la sala para descubrir ojeras en su rostro pero desde allí, sentado, se veía incompleto. Se paro y se acercó. Encontró lo que buscaba: ojeras. Suficiente señal para un té, una gaseosa o simplemente mirar por la ventana y distraer la mirada. Pensar en algo distinto a su preocupación era imposible. Caminó lentamente en dirección a la cocina. Tan lentamente que se descubrió haciendo algo que hace mucho no hacía: mirar de reojo buscando el entorno. En ese movimiento miró hacia las distintas puertas del departamento, parecía controlar cada centímetro del lugar. Se preguntó en qué momento había abierto la puerta de la habitación de su hija mayor, ahora entreabierta. Pocas veces se aventuraba en los secretos del dormitorio de una adolescente. Sin embargo, estaba sin cerrar del todo. Era extraño pero no imposible. Se acercó para cerrarla, como tratando que su trabajo agobiante no se mezclara con la juventud. Su hija no estaba en el país pero lo mismo era un espacio para preservar. Cuando llegó a la puerta sintió la presencia. Mezclando dudas y curiosidad abrió y se quedó inmovilizado, sin poder reaccionar. Allí, sentado en la cama y recortado sobre la luz de la ventana, estaba el visitante. Conocido pero inesperado.
--¿Qué hacés acá?--, le largó sin poder ver los gestos del visitante. --¿Cómo entraste?
Lo que siguió fue una conversación a media lengua entre la jactancia y los nervios, la intriga y la soberbia. No hubo manera que el visitante le diera una explicación, se limitaba a recordarle que otra vez había estado allí, que tenía muchas maneras de entrar a ese y otros departamentos, que no había puerta que se le resistiera. El fiscal tartamudeaba, no era un día especial para sorpresas. El visitante se limitó a decirle que estaba allí para ayudarle.


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