La chica era guionista, bueno,
debería haber sido, porque sabía mucho de escribir para los audiovisuales: el
qué, el cómo, el cuándo. Por eso se llenaba de alegría cada vez que algo que
llegaba a su buzón tenía que ver con el guión, los guiones, los guionistas.
Y ese día, día agitado y no
distinto de los demás, llegó una carta de la SGAE, la Sociedad General de
Autores y Editores de España. Al menos el sobre así lo decía, con colores,
logotipo y dirección de la sede central ¿Quién y porqué le escribía?